Análisis
Kimsacocha, desde donde nace el agua

Kimsacocha, desde donde nace el agua

Por José Proaño, antropólogo

Abro el grifo y el agua corre transparente, como si viniera de la nada. Pero no viene de la nada: desciende desde las lagunas de Kimsacocha, de páramos que respiran en silencio, de territorios que hoy están en peligro.

Escribo porque Kimsacocha* no es una historia rural ni lejana, es una historia que nos toca a todos, incluso si nunca hemos caminado por sus montañas. Cuando se perfora una montaña que da vida, se hiere también el corazón de una ciudad.

Allí donde la tierra exhala niebla y el silencio se acompaña del murmullo de los ríos, nacen las lagunas de Kimsacocha. Su nombre viene del kichwa: kimsay (tres) y cocha (laguna). Tres lagunas hermanas, cuidadas por el páramo y sostenidas por los ayas, las ceremonias y los sabios de la montaña.

Desde hace más de dos décadas, las comunidades de Victoria del Portete, Tarqui y San Joaquín defienden estas lagunas frente a la minería. Primero fue Iamgold, después INV Metals, hoy Dundee Precious Metals. Cambia el nombre de la empresa, pero no el proyecto: extraer oro y cobre del corazón mismo del páramo.

¿Por qué Kimsacocha debería importarnos a todos? Porque allí se defiende lo esencial: la vida. Porque esas aguas son custodiadas por mujeres que nunca han pisado un juzgado, pero saben lo que es justicia; por comuneros que no usan redes sociales, pero entienden mejor que nadie el valor de una red de cuidado.

En 2011, más de 90 comunidades campesinas realizaron una consulta comunitaria y dijeron NO a la minería. En 2021, Cuenca repitió la respuesta en las urnas: más de medio millón de personas votaron por proteger sus fuentes de agua. Y en 2023, una sentencia de la Corte Provincial del Azuay confirmó que el Estado vulneró los derechos al agua y al ambiente.

¿Por qué entonces la resistencia continúa? Porque la montaña no se defiende con papeles. Se defiende con la voz, con el cuerpo y con la permanencia.

Kimsacocha no es solo un ecosistema. Es un territorio de vida. Más de 40 lagunas interconectadas alimentan ríos como el Tarqui, el Yanuncay y el Tomebamba, que sostienen a Cuenca y a sus más de 600 mil habitantes.

Pero en los Andes, el agua no es solo recurso: es mamayaku, madre agua. Se honra en celebraciones como el Pawkar Raymi o el Inti Raymi. Se agradece con flores y maíz, no se mide en litros ni se traduce en ganancias.

“El agua tiene memoria, y cuando la hieren, también recuerda”. —Abuela Mariana, sabedora de Tarqui.

“Cuando la montaña llora, el río avisa. Hay que saber escucharla”. —Don Matías, cuidador del canal de riego.

La defensa, entonces, no es solo contra la minería. Es contra el olvido. Contra un pensamiento que separa naturaleza de cultura, economía de espiritualidad.

La resistencia en Kimsacocha tiene rostro de mujer. Manos curtidas por el frío, voces que se plantan frente a los camiones con la fuerza de su palabra.

“No somos ecologistas. Somos hijas de la tierra. Y la tierra no se vende.” —Rosita, comunera

No son ONG ni técnicos. Son madres, parteras, sabias. Sostienen marchas, alimentan mingas, enseñan a sus hijos a saludar al río, a caminar hacia las lagunas como se camina hacia una abuela: con respeto y cariño.

“Sin oro se vive. Sin agua no. Y el agua nace aquí, no en una oficina en Quito.” —Comunera de Victoria del Portete

Hace décadas llegaron los primeros rumores de concesiones, y de pronto las montañas empezaron a figurar en mapas ajenos. Entonces, entre los años 2000 y 2020, las comunidades caminaron: hasta Cuenca, hasta Quito. Resistieron consultas, sostuvieron juicios. Hoy, la amenaza sigue. Y la resistencia también. Porque desde siempre, las comunidades han sembrado y caminado junto a las lagunas.

¿Por qué Kimsacocha debería importarnos a todos? Porque allí se defiende lo esencial: la vida. Porque esas aguas son custodiadas por mujeres que nunca han pisado un juzgado, pero saben lo que es justicia; por comuneros que no usan redes sociales, pero entienden mejor que nadie el valor de una red de cuidado.

La lucha en Kimsacocha no es contra el oro. Es a favor del agua y de la vida.

Porque no hay desarrollo posible sobre la destrucción.
Porque una ciudad no sobrevive si abandona su fuente.
Porque el agua no se reemplaza ni con promesas ni con oro.

Cuando bebemos agua en Cuenca, bebemos Kimsacocha. Cuando callamos, también decidimos.

Kimsacocha no es símbolo. Es origen. Es cuerpo vivo. Y quienes la defienden lo hacen también por ti, por mí, por nuestras hijas e hijos. Porque el agua no tiene frontera, ni partido, ni precio. Tiene memoria y rostro.

Y esa memoria, como el agua, siempre encuentra su camino.

*También Quimsacocha, en español

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